Depredadores de Almas

Colección de Cuentos

Nueva colección de cuentos, invita al lector a sumergirse en las profundidades del ser humano, le advierte sobre el peligro de la inhumanidad en el mundo del futuro, y le invita a reflexionar sobre la sutil violencia ambiental que respira el ser latinoamericano. De igual modo examina los pormenores socio y sicológicos de su medio ambiente.

De qué trata el Libro

En la tradición iniciada en Las Termitas y Opus Americanus, en esta nueva colección de cuentos, Depredadores de almas, la escritora colombiana Gloria Chávez Vázquez invita al lector a sumergirse en las profundidades del ser humano, le advierte sobre el peligro de la inhumanidad en el mundo del futuro, y le invita a reflexionar sobre la sutil violencia ambiental que respira el ser latinoamericano. De igual modo examina los pormenores socio y sicológicos de su medio ambiente.

Ya con fino sentido del humor, ya con una precisa dosis de ironía, Chávez Vázquez recrea escenas bíblicas, oníricas, alegóricas o de fantasía gótica que culmina con el poema La sombra, un grito existencial por una explicación al dolor y a la razón última de la vida humana.

White Owl Editions , New York , 2003;
ISBN 0-9650774-2-X Library of Congress Control Number 2002110770
Español, 186 pgs, 12.95

Esta colección de cuentos se lee como una micro-historia de la humanidad. La secuencia de los títulos así lo indica: desde la parodia sobre la expulsión de la primera pareja en Perdido el paraíso ( la disolución del ser completo ) el comienzo del ying y el yan en el ser, hasta la lucha eterna del ser humano consigo mismo por mantener su integridad, en el cuento que da titulo al libro, Depredadores de Almas , un cuento de literatura gótica sobre la lucha interna de la persona por regresar al paraíso sin perder el equilibrio.cuento2-img1

Y como en la historia de la humanidad, la autora marca diversas etapas de la experiencia personal transmutándola en ficción, creando una nueva versión de su propio mundo. En su encuentro con la creatividad el artista arriesga un choque formidable con la locura encarnada en las imágenes realistas, trágicas, cómicas tragicómicas. El resultado es la evolución artística e intelectual.

La narrativa de Gloria Chávez Vásquez hurga en la psiquis individual y colectiva. Sus cuentos conforman una obra rítmica y su narrativa posee una musicalidad de la cual no quiere uno sustraerse porque llevan una secuencia, un curso que transcurre como la vida misma.

lasombrayoLos personajes de Depredadores de Almas son individuos, en su mayoría mujeres, en diferentes etapas de crecimiento, y como su Eva, en Perdido el paraíso , inteligentes, observadores, testigos críticos de eventos diarios. Sus mensajes son significativos tanto para los protagonistas como para escritora y lector. Hay influencias visibles del nihilismo de Camus, del misticismo de Hesse, en la filosofía de estos cuentos, pero hay también una originalidad y frescura de estilo muy personal y por tanto no comparable con ningún otro autor. En común tiene Chávez Vásquez con las escritoras de su generación el cuestionamiento del status quo de la mujer, y el desequilibrio de fuerzas resultante en la violencia cotidiana. Su temática es una continuación las tradiciones iniciadas por Borges y los escritores del Boom y del Post-Boom. Su aportación consiste en una renovación de temas explorados por autores como el filosofo Mircea Eliade en uentos de lo Oculto.

Con la lectura de La Sombra, el poema que cierra esta colección, no queda más que concluir que si la especie humana ha de sobrevivir a la lucha con su sombra, es necesario que el individuo se sobreponga y recupere su propio equilibrio. Abandonar los papeles de depredador o victima. Mensaje poderoso, de la autora de Depredadores de Almas.

Comentarios de un Académico

EL FUTURO ANTIUTOPICO Y LA NARRATIVA DE GLORIA CHÁVEZ VÁSQUEZ

“La obra de la escritora colombiana Gloria Chávez Vásquez es un compendio de las más inquietantes construcciones simbólicas acerca de nuestra realidad”, – dice en su introducción del libro, Depredadores de Almas, Carlos Castrillón, profesor asociado con la Universidad del Quindío ( Armenia , Colombia).

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“El universo mítico que subyace en la cultura latinoamericana, los sucesos y personajes olvidados de nuestra pequeña historia, lo insólito que entra en la cotidianidad, sin pedir permiso, con un toque fantástico, las preocupantes visiones de un futuro antiutópico, son entre algunas de las orientaciones de la narrativa de GCHV que dan testimonio de esta búsqueda permanente.”

En la tradición iniciada en sus cuentos Las Termitas y Opus Americanus, la escritora invita al lector a sumergirse en las profundidades del ser humano, le advierte sobre el peligro de la inhumanidad en el mundo del futuro, y le invita a reflexionar sobre la sutil violencia ambiental que respira el ser latinoamericano. De igual modo examina los pormenores socio y sicológicos de su medio ambiente.

Ya con fino sentido del humor, ya con una precisa dosis de ironía, Chávez Vásquez recrea escenas bíblicas, oníricas, alegóricas o de fantasía gótica que culminan con el poema, La Sombra,  un grito existencial por una explicación al dolor y a la razón última de la vida humana.

Perdido el paraíso : Parodia filosófica sobre la expulsión de la primera pareja del paraíso.

Fécula de plátano : Una niña trata de sincronizar en su mente su afición por correr y su fascinación por el muchacho uniformado, hijo de su vecino.

La comunión : Un motociclista es atropellado frente a la casa de una niña que celebra su primera comunión.

Piel canina : Una estudiante investiga rumores de que una mujer ha dado a luz unos perritos.

El ángel desintegrador : Una inventora ingenia maneras de eliminar los malos olores de este mundo.

cuento2-img3La premiere : Una simple función de ballet se convierte en una maratón política.

Réquiem por un recuerdo : Dos amigos beodos especulan acerca de la vida amorosa de un ex cura.

Oasis, la muerte laberíntica : es la historia de unos expedicionarios perdidos en el desierto narrada por uno de los protagonistas.

JFK Aeropuerto Internacional : Estampa humorística de la agitada experiencia en el aeropuerto newyorkino.

Rip van books : Un viaje a través del tiempo desde una vieja librería en un pequeño pueblo norteamericano.

El momento señalado : Un tigre mata a su entrenador. El cuento explica las razones.

El último libro : El comunicado del ministro de cultura en una sociedad opresora del inmediato futuro.

Johnny en las alturas : El habitante de una sociedad futurista narra su vida cotidiana.

Depredadores de almas : Historia detectivesca sobre las investigaciones de una periodista en busca del asesino de su hermano.

La sombra : El poema que sirve de epílogo al libro es una ilustración lírica de la lucha interna del ser humano por mantener el equilibrio.

El Momento Señalado

SEGUNDO LUGAR
Concurso “Querido Borges” 1997
Liceo Internacional de la Cultura
California

 Dicen que la audiencia  miraba horrorizada. No podían creer  que el amo de las bestias  hubiese perdido el control  de una de sus criaturas, en apariencia, mas sumisas.

Pero tenía que matarlo. Tanto tiempo de humillaciones, de vejaciones habían oradado mi dignidad de ser viviente. ¿No les horrorizaba igual ver a un hombre someter a un ser humano, como si fuera  dueño del universo? ¡como si solo él  y  su acto de amo de las cosas importara! No les asqueaba  ver como someten a esclavitud a todo aquel que perciben inferior a ellos?

Y ahora, en el encierro final e infinito, solo me quedan los recuerdos y un sabor amargo; el sabor de sangre  mezclado con la saliva que una vez produjo mi instinto de conservación, la necesidad de alimentarme, sobrevivir y prolongar mi especie.  Esperan según dicen, a decidir  mi suerte. Como si yo no la hubiera sabido siempre. Como si nunca la hubiera presentido. Me queda la satisfacción de saber, que mi acto póstumo fue un grito de libertad.  Esa libertad perdida, arrebatada en plena juventud, cuando me desplazaba por Bengala, dueño de mi propia vida.

De joven escuchaba historias de gente, que,  no se sabía en busca de qué,  había perseguido, asediado, acorralado, luego apresado y puesto en cautiverio a alguno de mis familiares, o compañeros de cacería. Los que habían sobrevivido relataban cómo, una manada de aquellos animales de la especie humana, acechaban, perseguían a su víctima durante días enteros. Vigilaban sus movimientos, le velaban día y noche, estudiaban sus pasos, le seguían por su olor.  Le tendían trampas hasta que, cansada, hambrienta, la presa de turno caía exhausta a merced de la redada.  Luego, sin piedad ninguna, caía sobre uno aquella jauría, que capturaba con la red, hecha apresuradamente de bejucos o de lianas.

tigre         Después de muchas lunas de incertidumbre, llegó a la aldea, el que parecía el amo, un hombre  alto, blanco, fornido, tan impresionante como yo antes de caer en aquella jaula. Adentro, yo me debatía fiera pero inútilmente, pensando que prefería la muerte a aquel encierro. Es la ley de la selva: si no puedes vivir con dignidad es preferible sacrificar tu vida. Y para mí, la dignidad fue ser siempre libre. Es decir, no lo supe sino hasta que comencé a ver los días desfilar a través de aquellos hierros, que como lanzas me ensartaban ahora entre el estrecho suelo y la  mísera bóveda que reemplazaría de allí en adelante el infinito firmamento bajo el cual  había nacido. Inútil lamentarse ahora, ni entonces.

Después de un tiempo me dí cuenta de que el hombre, tenía todas las ventajas. En su antropocentrismo, todo aquel que desfiló para observarme, para evaluarme, para admirarme y sin embargo para humillarme, actuaba como si perteneciera a una especie superior, a un planeta diferente, y yo, pieza, trofeo de cacería.

Volvía  la cabeza con desprecio. Cerraba los ojos y me remontaba a los días felices de mi infancia. Recordaba cómo, cuando ya pude pararme por mí mismo, aprendí a correr como gacela por aquellos campos, a camuflarme entre los arbustos, a rastrear para traer el alimento y compartirlo con los míos.

Mi padre me había enseñado a no matar por gusto. Piadoso era causar a la presa el menor sufrimiento posible. Luego, comer lo absolutaiente necesario, sin saciarse de tal manera que luego no pudiera uno incorporarse y proseguir su camino con agilidad. Me enseñó también lo inútil de la vanidad, aún cuando percibiera el temor, que mi imponente presencia causaba en las criaturas menores. El respeto es una ventaja, me decía, pero el temor esconde a duras penas el odio, porque es éste un sentimiento tan intenso como el instinto de conservación.

En mi adolescencia conocí la leyenda que rodeaba a los de mi clase. Desde tiempo inmemorial  habíamos sido símbolo de dignidad, de poder, de fortaleza. Bali, el gran contador de cuentos, narraba cómo, culturas cuya historia se remontaba al olvido, se referían a nosotros con suma reverencia. “El admirable dinamismo de esta especie, su intensa actividad, independencia y curiosidad le hacen irresistible”  – decían sus sabios y en su afán de compararse con los nuestros humanizaban el coraje y la valentía.

Eramos solitarios. No andábamos en manada, aprendíamos de la experiencia  De ella deducíamos nuevas fuerzas y energía. Teníamos la visión del águila, la fuerza del elefante, la gracia de la gacela, la autoridad del león. Cuando aparecieron nuestros enemigos, conocimos el desespero, la locura. Nos convertimos en proscritos dentro de nuestro propio hábitat. Había algo muy preciado que aquellos predadores buscaban en nosotros, porque, una vez uno de los nuestros era capturado, jamás le volvíamos a ver. Ahora sé a dónde iban a parar los que no acababan sus vidas traspasados por una lanza o muertos por las balas.

A aquel hombre le decían Mack. Tenía fascinación por las armas de fuego  y los cuchillos. Miraba pretendiendo dominar con su mirada. Gritaba más que hablar. En mi lenguaje le devolvía mi desespero, mi frustración, mi angustia, llamándole cobarde. Exigiendo que se enfrentara a mí en iguales condiciones. Supongo que a pesar de su aparente valentía sabía  perfectamente el destino que le esperaba si tan solo se le hubiese ocurrido abrir la puerta de mi abyecta celda. Allí me tiraban las sobras y chorros de agua disparados por mangueras que mojaban mi cuerpo y mi lecho.  Aún en esas condiciones, el contacto con el agua tuvo la virtud de incentivar aquella clase de cordón umbilical que nadie puede cortar y que ata por siempre a  la tierra nativa y a las memorias del pasado.

Supe que había llegado a un mundo diferente porque el color de las pieles se habían aclarado. El olor de la atmósfera era extraño. Olía a selva incendiada. Con las mil caras que desfilaron ante mi prisión, se asomó la piedad, el temor injustificado y la necesidad de cantar victoria sobre el caído, que se traduce en zaña. Ya para entonces había desistido de gastar mis fuerzas inútilmente. Me dediqué a observar. A planear una manera de escapar, aún cuando sabía que no sería fácil. Que me llevaría la mayor parte de mi vida. Pero me había prometido no morir en el encierro. Llegué a considerar la muerte como la salida de aquella prisión absurda.Carcel2

Cuando Mack decidió que ya yo estaba lo suficiente quebrantado, se atrevió a dejarme salir dentro del confín de una jaula mayor.  No era mucho el espacio, menor aún porque él estaba allí, midiéndome fijamente con los ojos. Yo caminaba entumecido, agotado por la falta de ejercicio, todas mis células pidiendo a gritos la carrera, el escape de aquel infierno.

No pude hacer nada, sino devolver disimuladamente la observación de que era objeto.

Un día, después de interminables sesiones del mismo futil ejercicio, sentí un golpe cortante y traicionero sobre mis espaldas. Esta criatura abominable me había azotado sin razón. Su nueva arma era un látigo que comenzó a usar cada vez que traté de acercarme.  Inútil responder porque, al cinto, a unas pulgadas de sus dedos, alerta a cualquier movimiento de ataque, estaba la pistola, con el gatillo preparado para disparar e intimidarme.  Comprendí que a mi ya humillante falta de libertad, se había añadido ahora el castigo físico necesario para subyugarme completamente.

Realmente no había experimentado el odio hasta que conocí a aquel hombre. Era la viva imagen de la arrogancia, de la pretensión. Caminaba como si todo le perteneciera. Como si mi respiración dependiera de su voluntad. Comencé a experimentar la cobardía, más dolorosa aún que la nostalgia, que el hambre, que la ira. Cuestioné la razón de aquel encierro. Del propósito de mi vida. Todas las leyendas que una vez me habían inspirado orgullo, dotado de identidad, se convirtieron en piadosas mentiras concebidas para resistir aquella prolongada agonía.  A pesar de mi naturaleza solitaria, me sentí  desamparado, olvidado por los míos. Conocí el llanto, que los animales no pueden expresar sino en su espíritu, y la frustración oprimió tanto a mi corazón como la prisión que me asfixiaba.

Cuando ya daba por perdidas mis fuerzas, Mack comenzó a aumentar gradualmente mis raciones de comida. A cambio de ello tenía que demostrar reconocimiento por su superioridad. Mis prioridades entonces se invirtieron. ¿Que me importaba fingir para poder devolverle a mi cuerpo la energía? A la larga, ¿no cumpliría el mismo propósito, aprender a controlar mi intenso odio, mi desprecio por el gesto de aquel hombre, el saciar mi necesidad de un pedazo de carne que la urgencia de estar libre?.

Satisfecho ante mis muestras de sumisión, el hombre se sintió magnánimo, y osó un día acariciarme la cabeza. Lo hizo por detrás y cauteloso. Buscaba una especie de alianza  que yo no estaba dispuesto a aceptar. Aun así fingí sometimiento.

         Con los días, vinieron las torturas. A punta de golpes me obligó a pararme erecto, a saltar por entre aros de fuego.  A subir en unos parapetos. A reprimir mi instinto de cerrar mi boca cuando él  introducía su cabeza en ella para jactarse de su coraje. Y allí comenzó el aborrecible espectáculo que sin saber  por qué entretenía tanto a los humanos.

Viajamos por todo el mundo, él y yo representados en afiches y fotografías como el amo y la mascota, símbolo de la conquista del hombre sobre la bestia,  atracción principal de un acto de circo. Yo me aburría infinitamente, ¿no se aburrían ellos?¿aquellos mismos que año tras año veía en primera fila crecer y hasta volverse viejos?¿Qué placer deducían de ver a uno de ellos dictando ordenes para obtener maromas ridículas que ninguno de nosotros hubiera intentado en una rutina sin cautiverio?

         Mack comenzó a dar muestras de cansancio. Quizás era ésta mi última gran oportunidad de arriesgarlo todo. Recobré el interés de mi juventud ante la posibilidad de arrebatarle al amo, y de un zarpazo, el insidioso látigo. De borrar de una vez por todas aquella sonrisa de triunfo. De dueño y señor de mi destino. El día había llegado de saldar cuentas.  Igual que él, yo había envejecido, pero me quedaban las fuerzas necesarias. Podía hacer acopio de ellas si me lo proponía. No quería cometer el error de aquellos paquidermos, que en busca de recuperar su libertad, enloquecían para caer víctimas, tras la persecución, de una lluvia de balas.

Supe que era el día señalado porque vi el fantasma de mi padre merodeando fuera de mi jaula. Con la parsimonia que le había caracterizado en vida, me miró por largo rato. Yo entendí su mensaje y aquella noche me dediqué a planear el acto.

Lo cogería por sorpresa, como había hecho él un día al golpearme con su látigo. Aprovecharía cuando ya su inagotable vanidad le obligara a dar la cara al público. Saltaría sobre su espalda, lo inhabilitaría contra el suelo y le agarraría por la nuca. Lo arrastraría sin piedad por aquel corral confinado por un círculo de barrotes, a través de las cuales la gente, en su mayoría en la infancia, aprendían a aplaudir la crueldad y a despreciar al subyugado.  Sabía que el precio era mi vida, pero les enseñaría las lecciones de mi padre, que eran las mismas de la selva. Y con ese simple gesto de morder su cuello, demostraría que en recuperar su libertad, el esclavo decide el destino de su amo.

Depredadores de almas


CUENTO

Mención Honorífica Certamen literario Internacional
Circulo de Escritores y Poetas Iberoamericanos
Nueva York 1999

“Locura es tratar de encontrar la simetría del caos en el universo”

 

LA JORNADA I

Vanessa Yin estaba segura de haber hallado la clave que le ayudaría a resolver el misterio que envolvía la muerte de su hermano. Chris había venido a USAmerica en plena adolescencia para trabajar y hacer realidad sus sueños, pero había muerto con la idea de que la tierra de las oportunidades no era más que un cruel espejismo creado por  depredadores de cuerpos y de almas  para desarticular sus propias pesadillas.

A su lado, silenciosos, aguardaban Santo y Kira. Los había invocado mas de una vez para que fueran testigos del terror. Solo el Enmascarado de Plata y la Maga Blanca eran capaz de entender la culminación de aquella experiencia que atormentaba su alma desde niña. Ellos, los conocedores eternos de sus combates con la araña, devoradora de hombres y mujeres, depredadora de niños y animales.

El resultado del encuentro era siempre predecible. En sus sueños, en sus recuerdos, en su imaginación, en la vida real. Todos sus instintos entraban en estado de alarma en el instante en que imaginaba la aventura. El viaje habría de ser tan horroroso como aquel que le había costado la vida a Chris. El pánico, redimido solo por el recuerdo del abrazo de su hermano adolescente tratando inútilmente de detener su miedo durante la caída enloquecida en la montaña rusa.

La suya había sido una caída larga, desesperada, como la de Alicia cuando se precipitó en el foso. Imposible el regreso, desconocida la llegada. Temiendo que cuando llegara al fondo, saldría al otro lado del mundo donde la gente andaba de cabeza y se comunicaba en otras lenguas.  Ignorando si todo ese sufrimiento, los malos ratos,  aquella locura nunca vista, sentida, vivida, serían la semilla de algún fruto. De un fruto amargo, quizás, inesperado, talvez poco usual, para algunos una nadería, pero para ella, – que había combatido molinos internos, retado a las fuerzas infernales, resurgido de las cenizas, – fruto al fin. La respuesta al enigma que lo había comenzado todo.

 

LA RED II

Su memoria  la situó allí, en el recuerdo de aquella galería tenebrosa que había perturbado de tal manera su espíritu, su imaginación, sus sentidos que, como Pandora, no había vacilado en abrir la caja en busca del misterio que la enfrentaría, cara a cara, con las oscuras fuerzas que emanaban los dantescos cuadros.

Las imágenes caleidoscópicas, fragmentadas y colocadas en una simetría compulsiva, obsesiva, atormentante, carecían de luz, se movían en las sombras, hablaban de la muerte violenta, del fracaso en la vida, de la miseria humana. Todo el sufrimiento del mundo reflejado y listo para cegar la vista, y despedazar el alma y los sentimientos del osado curioso que se creyera poseedor de la voluntad para disuadir monstruos a punta de palabras nobles.

Los collages le inocularon una fascinación semejante a la que debió experimentar su hermano al detectar a su depredador. En el preciso momento en que había comenzado la danza a muerte: la vigilancia incansable, la persecución inclemente, la seducción engañosa, la posesión humillante que consume cuerpo y alma. Vanessa creyó ver en aquellas criaturas agobiantes, el simbolismo de una locura que evadía toda interpretación.

No, no encontró ningún talento. Ninguna originalidad. Como si el pretendido arte no fuera más que una farsa. Era la habilidad para el engaño, el hilo con que su artesana tejía la obra para atraer, envolver y cautivar a su audiencia lo que constituía la creación. Era la desastrosa realidad, de colores mohosos o visiones tenebrosas, del ser impío que, grita en un silencio interno, mientras arrebata las fuerzas vitales del observador, dejándole en estado de trance, expuesto a la voluntad de un amo sin escrúpulos.

Poder explicarse la motivación del individuo que como vampiro succiona la energía ajena, y levanta luego la mano empuñada, maldiciente, con la ingratitud soez del espíritu rabioso. Descubrir los hilos que movían al autor de aquella obra, ese era el reto.

 

EL DEPREDADOR III

Y sí. Sarah Jahn, tiraba al mundo aquellas imágenes insípidas, incoloras que llamaban poderosamente la atención por la manera metafórica pero arrogante y enfermiza de presentarse al público. La selección de colores, limitada al negro, blanco, sepia  y gris, daban a sus exhibiciones  un aire necrológico.

A la primera invitación y en busca de las pistas que solo la depredadora de su hermano podía darle, Vanessa penetró  —cautelosa pero intrigada—  en aquel espacio lóbrego y prohibido, una especie de cuarto oscuro en donde se revelaban las dolorosas imágenes. Los empolvados estantes, obsesivamente atestados de libros, la música oscura y afligida azotando los sentidos. Residuos de explosiones de furia incontenible evidentemente provocada en los encuentros con sus presas.

La cronología de la trayectoria de Sarah Jahn, estaba malamente disimulada en sus piezas de arte. En ellas adjudicaba, tamaño, forma, color y posición de acuerdo con sus temas. Talvez, —pensó Vanessa— de ese modo puede alegar, en caso de ser expuesta, que sus crímenes tienen una motivación ” artística.”   Y con esa misma condescendencia se atrevería a exponer en exhibiciones colectivas o individuales.

Fantasmas         Muy pronto supo que las exposiciones de Sarah eran siempre facilitadas por sus presas de turno, reforzando así el mensaje turbio que cautivaba las almas rumbo a su autodestrucción.  Vanessa creyó ver entre la audiencia, los fantasmas desolados de todas aquellas personas desangradas por la  mujer que posaba ahora como artista.

Por obra y gracia de Kira, quien le había enseñado a desarrollar el poder de la telepatía, a Vanessa le fue posible descifrar la obra a través del pensamiento de su misma autora.

 

 

inspiracion Fue así como supo que Sarah había sido iniciada en el cuarto oscuro de Nick su hermano, a los once años ayudante de fotógrafo y despiadado depredador sexual. De la experiencia no había más huellas que su ninfomanía incontrolable, el resentimiento desesperado hacia sus padres, su hermano, su odio acendrado por si misma y el resto de la humanidad  y su vengativa compulsión por capturar en imágenes los resultados de sus encuentros depredadores. De haber existido la inspiración,  su primer cuadro hubiera sido sin duda, el compendio de su personalidad fragmentada en infinidad de partículas girando en torno a una enorme máscara.

Para su segunda lección, el destino  le eligió,  un depredador/víctima, cuyo grupo racial había sido tradicionalmente humillado por la sociedad antropocéntrica de donde provenía Sarah y por tanto poseía el mismo mecanismo defensivo que ella. Fue de él quien aprendió, irónicamente, a proyectar en collages  el rencor hacia su propia raza.   La breve asociación de dos individuos de cerebro reptileano, había dado como resultado la creación de una tercera persona, representada apologéticamente en un mural sepia, y cuyas fotografías del mismo color, serían el monumento a sus mutuas locuras. Sarah había tratado de atrapar a Malcolm, pero había terminado por enredarse en sus redes y caer en las de él. El odio subsiguiente, dirigido específicamente a Ariadne, el producto de su fracaso,  fue desde entonces su perenne compañero.

Ya para su tercera composición, se manifestó el terrible abuso emocional  del que había hecho objeto a su primera víctima. El tema, justificaba su autora, era la “catarsis” del dolor de un ser que “se había precipitado al abismo.”   Su cuarto cuadro vino a  representar entonces la tragedia resultante de su  inescrupulosa manipulación del aura ajena,  con  lo cual había provocado el suicidio de su presa. A estas imágenes se añadió luego  la serie de ataques egocéntricos, en la que Sarah se autoretrató hasta la saciedad, culminación de la cual era la enorme foto de su “budesco” vientre y del cual había suprimido, por medio de trucos de revelado, su propio ombligo.

El portafolio artístico de Sarah Jahn, era, pues, una evidencia clara de su alienación total, de su pasión por la cacería humana; un archivo de fetiches arrancados a las víctimas. Uno de esos “trofeos” había sido el botín compartido con un depredador/ amante. Su  recompensa (por compartir la presa) había sido un alto cargo ejecutivo en la organización en la cual su compañero de caza era director. Un mural  reciente, reflejaba en toda su violencia, la tragedia familiar que Sarah había provocado en su manía seductora.

 

LA DANZA RITUAL IV

Con los días, Vanessa logró discernir un cierto orden en aquel caos. Consistía el modus operandi de Sarah, en fotografiar la víctima  durante su relación desintegradora. Logrado el propósito, despedazar la imagen  reduciéndola a una serie infinita de figuras geométricas. En una antigua Singer,  Sarah las zurcía, como un Frankestein ansioso de dar  vida a su burda creación.

victimas A medida que avanzaba en su destreza depredadora, y tras consumir la víctima,  Sarah se apropiaba de las características de su presa: sus modismos, su manera de vestir, sus talentos y habilidades. Para almacenar su nutriente, la mujer araña seguía un patrón de seducción constante, mediante el cual le era posible escoger  una nueva presa —de entre su perenne lista de espera—  en el momento deseado.

Su obra en progreso, la que perpetuaría  la destrucción emocional y luego física de Chris, había sido orquestada por Sarah con la doble intención de atrapar y detener así a  Vanessa, que con sus pesquisas, entendía cada vez mejor el  mecanismo de su peligrosa red. Antes que admitir su derrota, Sarah inició un prematuro ataque, con la solemne intención de vejar al máximo el espíritu de Vanessa, antes de programar su autodestrucción, tal y como lo había hecho con su hermano.

—Quiero enseñarte una composición  relacionada con el problema sicológico de Chris —dijo sabiendo que la curiosidad de Vanessa la hacía irresistiblemente vulnerable.

—Ten cuidado —le advirtió la maga, sugiriéndole que invocara la protección cabalística de los cuatro arcángeles.

—No te preocupes —le contestó Vanessa—  es demasiado pronto para que Sarah se atreva a hacer nada. Esta es una gran oportunidad para saber que cosas tiene de mi hermano.

 

LA RED V

Vanessa reconoció que había subestimado la degradación de aquel espíritu después de tomar el té que le había preparado Sarah.

— Ah! —exclamó, la lengua pesada y los ojos desenfocados— ¡ésta es la manera como  mesmerizas! Y todo el tiempo pensé que se trataba realmente de un poder mental tuyo.

Sarah lanzó una ruidosa carcajada. —¡brillante deducción! Lástima que no puedas saborear la sopa que a tu hermano le gustaba tanto. Y procedió a apagar las luces para, encender una enorme veladora negra y preparar su equipo fotográfico.

Haciendo un esfuerzo por mantenerse despierta, Vanessa se encaminó hacia la puerta, pero la figura ruda y pesada de Sarah se interpuso, empujándola hacia el tapete colocado allí expresamente para la ceremonia o sacrificio. Su mente se debatía ahora entre el  letargo y la desesperación. Fue sin embargo tirada en el piso, que Vanessa pudo ver el orificio que daba al sótano y a través del cual se escuchó un  aullido espeluznante. Antes de que Sarah pudiera impedirlo, pegó su cara contra el suelo para ver en toda su magnitud las siniestras sombras que, como demonios y fieras enloquecidas trataban de salir de su encierro.

—¡Kira, Santo! —invocó a sus amigos. Con fuerza inesperada, se incorporó para enfrentar a Sarah que comenzaba a disparar su cámara. Vanessa entendió por fin la forma como esta mujer despojaba a las víctimas, de su voluntad, de su pasión por vivir. Era su manera de alimentarse, de renovarse ella, de continuar aferrada a una vida que hacia rato no le pertenecía.  Aterrorizada, Vanessa sintió la enorme red de sombras y energías oscuras envolver su cuerpo.

—¡El espejo Vanessa, el espejo! —escuchó en su mente la voz de Kira, cuando ya la mujer araña la había atrapado en su red y le inyectaba en su pecho el aguijón ponzoñoso.  Un ardor punzante, insoportable, que emulaba el dolor de la muerte, se apoderó de su corazón.   A esa pena se añadió el efecto que comenzaba a tomar lugar en su plexo solar: la succión de su energía vital. Unos segundos más bastarían para causarle la muerte o la demencia.

Imposibilitados en su dimensión espiritual para ayudarla físicamente,  Santo y Kira proyectaron su energía en  Vanessa, auxiliándola con las fuerzas suficientes para  incorporarse y utilizar el espejo como escudo. Temían ellos que ya fuera     demasiado tarde.

—¡Haz un esfuerzo sobrehumano! ¡Tu no perteneces a su mundo! —le gritó Santo.

tunel         En la mente afiebrada de Vanessa comenzaba a confundirse la luz  lunar con la del túnel eterno, cuando vio aparecer la figura de su hermano, extendiéndole sus brazos juveniles, evocando el momento en la montaña rusa. De un solo movimiento, Vanessa asió el espejo que tenía delante, uno antiguo, bordeado por cristales devitral, semi-olvidado en el desorden del    aposento.

Le pareció que levantaba el mundo con sus manos. Sus brazos estaban encalambrados. Su cuerpo anclado, a duras penas respondía la orden de su mente. Aferrada a la visión de  Chris como única brújula, Vanessa logró enderezar el artefacto y colocarlo en posición tal que se interpusiera entre la sanguijuela humana y ella,  como un resguardo, la superficie decidida frente a la cara de la medusa.

En ese preciso instante, el pasado de Sarah desfiló ante sus ojos. Un pasado cenagoso, formado de lodo y piedra. Fue entonces claro en la lógica de Vanessa, que la pasión depredadora de Sarah en vidas pasadas, había terminado por degradar su espíritu. Como amante, ladrón o inquisidor, había violado una y otra vez elderecho de sus víctimas al silencio. Se había ensañado en la humillación para reducir la humanidad de las personas, decepcionando, desilusionando, traicionando la confianza ajena. Una serie de imágenes denunciaba sus artimañas favoritas. La colección estaba sellada por su cara, superimpuesta al cuerpo de una rata gris, enorme, peluda, cuya cola colgaba como una trenza debilucha.

Horrorizada por  la  reflexión de su  propia  ira, su  rostro constreñido y apariencia diabólica, Sarah  lanzó un gemido ahogado por la saliva. Por primera vez tuvo frente a si, en toda su dimensión, a su espíritu destructor. En su histeria, la mujer clavó el aguijón en su corazón, descargando en él todo su veneno milenario. Vanessa la vió revolcarse como un insecto en medio de los estertores de la muerte. Del orificio en el piso, vio salir las sombras deprimentes de centauros diabólicos, aún  ligados al hilo infinito de la red, ahora destejida, para finalmente desaparecer con el alma atormentada.

 

EPILOGO

Ahora, junto a sus mentores, Santo y Kira, Vanessa trabajaba en su recuperación espiritual  y física. Gracias a la agilidad mental  inspirada  por sus amigos, había logrado poner juntas las piezas del rompecabezas.

 

—Estas fotografías confirman mi teoría de que el fotógrafo estampa la foto con su aura —dijo observando atentamente los detalles en el producto del último ritual depredatorio de la mujer. Vanessa no se reconocía en las fotografías. Aparte de oscuras y desenfocadas, tenían un aspecto tan siniestro que lastimaban su alma.  Algunas de ellas captaban fielmente el conjunto de sombras que rodeaba a Sarah.

—El depredador de almas ve el mundo a través de su locura refractaria -de una manera similar a como lo ven  las arañas —dijo Kira.

—Lo del depredador no es un juego  —explicó Santo— porque en el juego, los oponentes tienen la ventaja de las reglas en común. Lo suyo es una danza, un ritual mortal en el cual solo él conoce las reglas. El elemento sorpresa es lo que le permite engañar,  atrapar, violar  y matar a su víctima. Es la ilusión de confianza la que desarma a la presa de su instinto de pelear o escapar ante el peligro.

—Tu espíritu es luminoso y por ende mas fuerte que el de Sarah —dijo Kira. — Por ese motivo  sobreviviste al rito. Eso en sí es ya una victoria. Pero en los enfrentamientos con los depredadores de almas, la víctima siempre pierde su tranquilidad, su paz mental o su estado de inocencia. El dolor que persiste es el de quien ha perdido el paraíso.

Vanessa se dio cuenta de que la ventaja en el ataque de Sarah a su hermano había sido posible debido a que, en su fascinación, él creyó tener ante sí a un ser humano dotado de nobleza, cuando en realidad, detrás de ese espejismo, se ocultaba el enemigo.

—Yo hurgué en su sinuoso pensamiento, miré en sus ojos tenebrosos —pensó con tristeza. Nunca más vería ella a la vida en la misma dimensión que antes.

Comprendió que Sarah había inventado su ritual huyendo al  autoexamen; porque  mirarse al espejo hubiera significado  ver su propia sombra. En el proceso, había utilizado a otras personas como chivos expiatorios. Aún así, tenía que concluir que aquella mujer nunca había dejado de ser una víctima, condicionada para destruir a todo aquel que intentara redimirla.

***

Vanessa durmió hasta bien entrada la mañana. Despertó recordando su sueño con lujo de detalles.  En él vió una enorme red, caóticamente tejida, en la que había sido atrapada una amplia variedad de insectos, incluyendo una mariposa de color azul celeste. La mariposa se incorporaba desesperada, haciendo acopio de sus escasas fuerzas, tratando  de volar. Cuando al fin lo lograba, se dirigía, debilitada, hacia  la ventana, en busca de  la luz del DIA. En la red, quedaba un pedazo triangular de su ala izquierda.

¿Cuánto tiempo sobreviviría con su ala rota?