Gloria Chávez Vásquez
Si usted se ha preguntado alguna vez, de dónde les sale a muchos norteamericanos la habilidad hollywoodesca de caricaturizar la vida y tergiversar los hechos históricos, un escritor estadounidense acaba de proponer una respuesta que apunta a los libros de historia.
Los textos de historia en los Estados Unidos son tan malos, que James W. Loewen, autor del controversial libro "Mentiras que mis maestros me contaron" decidió denunciarlo en un extenso estudio sobre la tendencia a la heroificación, al nacionalismo y a los tabús entre los gringos.
Los textos de historia, que deberian estar guiados por el deseo de enseñar a pensar, han sido utilizados en cambio para promover el patriotismo ciego. Los títulos mismos de los enormes y pesados textos de enseñanza secundaria ilustran su propósito: "La Gran República", "El Sueño Americano", "La Tierra de las Oportunidades" etc. Las lujosas portadas en brillantes colores refuerzan los símbolos patrios: el águila, la estatua de la libertad, el Monte Rushmore etc con el mismo fervor con que los fanáticos del fútbol han enarbolaron los colores de sus equipos en nuestro país. En las páginas de los textos brillan por su ausencia sin embargo, el racismo, el macartismo y otros ismos que han victimizado a cientos de miles de ciudadanos norteamericanos a lo largo de este siglo.
Algo huele mal
"En los Estados Unidos,_ dice Loewen en una apologética introducción a su libro titulada "Algo ha marchado muy mal" _los textos de historia casi nunca usan el presente para iluminar el pasado. De la misma manera que no usan el pasado para iluminar el presente." Según el academista,_ los libros de historia tienden en general a pintar el pasado como una moralista obra de teatro para bobos. Los libros están llenos de mensajes simplistas como: "Sea un buen ciudadano" "Siéntase orgulloso de su herencia," sin explicarle a los estudiantes de qué manera puede la historia enseñarle a lograr todo eso.
Aunque, como reconoce Loewen, no hay nada de malo en mirar la historia desde un punto de vista positivo, los textos tienden a excluir a toda aquella persona que ha contribuido notablemente a su sociedad, que no sea de la raza blanca, del sexo masculino o de una clase social acomodada. Esta limitación del reconocimiento a un solo grupo humano,_dice el escritor_ promueve un entendimiento del fracaso como responsabilidad única y exclusiva de la víctima.
En su investigación de una amplia variedad de libros utilizados en los salones de clase, Loewen encontró que los errores en los textos de historia no se corrigen, sencillamente porque los historiadores de turno le copian a los de antaño. Por otra parte, las casas publicadoras temen que sus libros no sean aceptados por el sistema educativo si son controversiales. (Existen tres tabús en la industria de la publicación- dijo una vez el editor de una gran casa publicadora norteamericana: "el sexo, la religión y la clase social". En el caso de los Estados Unidos, la noción de que no haya igualdad social u oportunidad para todos, como lo proclama su juramento a la bandera, se considera una blasmefia imperdonable. La prueba es la reacción alérgica causada por el libro de Loewen entre muchos maestros de historia.
Memorizar la historia
"La naturaleza de la historia - aclara Loewen, es la de debate constante. Muchos historiadores se cierran a este hecho y presentan la historia como un montón de datos que los estudiantes tienen que aprenderse de memoria. Debido a que los textos no explican la versión ajena de los eventos, resulta imposible para los estudiantes entender por ejemplo, el por qué de las reacciones extremas de las naciones latinoamericanas hacia los Estados Unidos. En los textos mas atrevidos esas explicaciones no pasan de "al gobierno (de USA) no le quedó mas remedio que intervenir..."
Si uno fuera a medir el nivel nacional de conocimiento histórico entre los norteamericanos, este no pasaría de la enseñanza secundaria. De allí que el furioso nacionalismo gringo recuerde el de los chicos que asisten a un partido de beisbol. Para cuando un estudiante interesado en ahondar en su historia decide ingresar a la universidad, el profesorado, generalmente mejor informado, debe comenzar por deshacer los entuertos de la enseñanza secundaria- nos dice Loewen.
La necesidad emocional de fabricar héroes o santos no está limitada a los norteamericanos, por supuesto. Como nos dice Loewen, la heroificación como la calcificación, es un proceso degenerativo en una sociedad. Mediante ese proceso los educadores o historiadores contribuyen a convertir a personas de carne y hueso en héroes piadosos y extraordinarios. En muchos paises, los textos de historia son poco mas que un panteón dedicado a personajes "olímpicos" o "celestiales" escogidos _en muchos casos _para sintetizar el acto de otros individuos que (por suerte o por desgracia) pasaron a la inmortalidad en forma anónima.
Héroes y dioses falsos
En "Mentiras que me contaron mis maestros", James W. Loewen ausculta entre otros, el caso del presidente norteamericano Woodrow Wilson, un hombre agresivo y racista (muy odiado en su tiempo) que invadió mas paises latinoamericanos, y con mas frecuencia, que ninguno otro de sus colegas. Hoy en dia es uno de los presidentes mas populares en la enseñanza pública. Igualmente notable es el caso de Cristobal Colón, y el controvertido descubrimiento de América para muchos la invasión y destrucción de las grandes culturas en nuestro continente.
El acto de la heroificación suple al menos una respuesta a la pregunta de por qué se oculta la verdad en los libros de historia. La gente tiende subconcientemente a mitificar, a esconder la realidad, negándose de paso la ventaja de aprender de los erores del pasado. En la "saneación" del líder, se eliminan sus errores y se exaltan sus virtudes como ha sucedido con figuras como las de John F. Kennedy entre otros.
"La gente no quiere íconos complicados_dice Loewen _porque a muchas personas no les gusta pensar. La mayoría le huye al conflicto y con razón. Pensar para llegar a conclusiones no es nada placentero."
La conclusión de la tesis de Loewen es la de que cuando se niega su humanidad a personajes históricos se fomenta la inmadurez intelectual de los pueblos, muy conveniente para la política corrupta. "Los niños terminan sin ejemplos de seres humanos reales que les inspiren.Cuando los autores de textos de historia le quitan los defectos a las figuras históricas, los reducen, de personajes drámaticos a caricaturas melodrámaticas."
Derecho a la historia completa
"Mentiras que me contaron mis maestros" parece un título un tanto sensacionalista que enfoca injustamente al educador como responsable de la parcialización histórica denunciada por su autor. Sin embargo, su propósito de examinar el problema así como de informar a un público que ignora la versión completa de los eventos históricos, es válido y efectivo.
Para el lector que este de acuerdo con Loewen en que verdad histórica no hay sino una y que en ningún momento esta pretende negarle a su humanidad a los protagonistas, " Mentiras que me contaron mis maestros" es una libro que apela a la consciencia individual. Ocultar la realidad histórica de un país, en Norte o en Sur américa, es en principio negarle al individuo el derecho de información completa y por ende el entedimiento de causa y efecto de esa historia. Entre las más graves consecuencias, y una que estamos viviendo plenamente en la actualidad, es el fracaso de los pueblos para incorporar la habilidad a su gobierno de autocriticarse, así como para sentar estrategias comunitarias que solucionen realmente sus cada vez mayores conflictos sociales.