Elementos filosóficos en la poesía de Odón Betanzos Palacios
Gloria Chávez Vásquez
En esta colección de Poemas del hombre y las desolaciones, (publicado por ediciones Rondas en Barcelona, España. en 1986), Odón Betanzos Palacios sondea con integridad cabal en las profundidades de los temas que presionan la existencia del hombre. Y es en su poesía precisamente donde se confirma a plenitud la fuerza moral, la capacidad creativa y vivencial del escritor español. En sus Poemas, Betanzos se lanza a descifrar los misterios del ser, de darles explicación y forma verbal transformando conceptos tan abstractos como los filosóficos para transmitirlos en imágenes compresibles y precisas al lector.
La lucha entre cuerpo y espíritu
La poesía del poeta nativo de Huelva es un despliegue impresionante de poderosas y originales figuras del lenguaje. Su descripción de los fenómenos sicológicos o las fuerzas autodestructivas es nítidamente metafórica, como en una muerte vestida de abundancia que empuja al suicidio. O en su definición del hombre: maniático de las enormes ignorancias. O en la percepción de las vorágines anímica del ser humano: muerto en vida me consumo en las lejanías.
Pero como si el lenguaje figurado no bastara, Betanzos nos brinda una amplia gama de imágenes sensoriales como las visuales: Levantaban los pechos de sus sólidas fortalezas., o las olfativas: Olor de tragedias..
El tono de los Poemas del hombre y las desolaciones es uno de seriedad y de juicio. El poeta nos introduce a un escenario surrealista (en la medida que la vida se revela para Betanzos con el surrealismo de los sueños) y nos conduce como Virgilio, revestido de una toga espiritual, para que le acompañemos en su cuestionamiento de los destinos del hombre. Es en esa especie de territorio dantesco que se nos describe la muerte, y se nos convida a enfrentarla. Betanzos se hace eco del mensaje de un ser superior que aconseja o mejor, que avisa al hombre desolado sobre los riesgos de su insensatez.
Con riqueza de vocabulario el autor dibuja un escenario apocalíptico, cuyo fondo colorea de adjetivos, que, como brochazos impresionistas, trazan impecablemente el efecto deseado. El resultado es uno lleno de colorido y musicalidad, sombreado de nostalgia granadina.
¡Ay, dolor y simiente humana, y tajos de los desfiladeros!
Nubes cargadas de vacío, y hongos de las perdiciones
Y cuchillos de las muertes serias.
A la flor de las esencias le desvirtuaron el aroma,
Al alma blanca de dar amor le cortaron en sus ansias,
Al hombre lo alquilaron y lo hicieron de manadas.
¡Ay, corazón de azúcar, manto sagrado de la vida entera!
¿Que cómo es la muerte?
Odón Betanzos analiza incisivamente el tema de la muerte. ¿Qué es? ¿Qué forma tiene? ¿Cuál es su propósito? En busca de definir a la elusiva parca, busca “el sabor” en una muerte “que sabe a nada”…trata de figurar su número y concluye que “no era una que eran miles” y de establecer su naturaleza: estas muertes múltiples … ”vienen en calamidades preñadas” …la muerte era así, “sola, sin destino” “viene como sombra”, “una a una”, “viene fija, silente, viene sin llamada.” “Tiene un desolado reflejo.” La muerte que camina fija”. “Se va rozando, fabrica lutos,” “La muerte llueve gotas de desgracia”. “Hay plenitud en las muertes juntas.”La muerte tiene ángulos de seriedad, razones guardadas, vidrio de frialdad, cara de separaciones.
Para el poeta resulta fácil hacer comparaciones para definir la conciencia: un dolor sencillo, eterno, disociador, punzante… y al hombre como a un ser solo, inmenso, insolente, peleador e insincero. La muerte sin embargo tiene una “función trazada” en las continuidades cercadas. Es La hora de las muertes muertas. Hay rotura en las muertes. Y hasta pinta la muerte con tres rosas negras que parecían alas.
Dicen que es negra por el luto que respira
Pero es crema, cáñamo, azulgrana
Todo en uno como su unidad reclama
Históricamente la muerte ha eludido toda definición. Betanzos recurre a numerosas imágenes que nos la acercan de manera efectiva para al final apelar a una imagen de las coplas de Jorge Manrique y concluir que la muerte sigue siendo del todo indefinible.
Las ingratitudes del amor
En su poema De la niña hermosa que esperó por el hombre diez eternidades, Betanzos nos habla de las ingratitudes del amor en un romance solitario: La niña hermosa, azul, espera diez eternidades por el hombre que ama y que se entretiene “perdido en las distancias”. Pero es en Del amor que esperaba y se quedaba en la corriente que el poeta hace un llamado al amor universal, para que haga presencia de una vez por todas en un mundo en donde el concepto en forma de cultura nueva / esperan las voces que apuntalen los aguantes.
!Ay, amor, amor de las densidades, de las entregas más grandes,
de los montes de cariño, de la lengua mansa,
de los ojos llenitos de extremidades!
Ay amor de las esperas largas y las almas en panales!
¿Que quién es el hombre desolado?
El hombre desolado, afirma Betanzos es el hombre de las grandes vanidades. Es el hombre que, según el poeta, vocea con intransigencia, mide con su avaricia, reta con su mirada. Es una criatura Intrigante, mejorador de riquezas, manipulador, inventor de dinero, arrinconador de Dios, fuerte, manejador de manadas. Es ese, el hombre (¡ay, el hombre!) que ha desquiciado la armonía.
El lenguaje figurativo utilizado por Betanzos para definir al hombre son elucubraciones quijotescas elevadas a una potencia filosófica: el hombre aparece en esta colección de poemas ya como calculador de afanes ya como imaginador de especies o como consolador de las pobrezas o de alentador de las libertades (de la niña hermosa P.15).
El hombre se remira en la simiente hecha por las grandes odiseas. Por los resquicios del tiempo respira milenarias angustias (De como la muerte…) Una ráfaga de tristeza lo parte en dos… la soledad parte en dos… (Del hombre desolado que ni vio a Dios. El hombre desolado es árido, no hay en su semblante ni el reflejo de vivirse en ansias. Hay agobio en la mirada del hombre que calla, un “agobio de espinas lanzadoras”.. El ceño frío, un dolor…Al hombre lo miden las lágrimas. Espera el olvido en gloria de laureles.
El hombre de las desolaciones es un pues un hombre perdido en los mundos, quieto en su andadura, ligero en sus atajos, ciego en su avaricia. El hilo que le une a sus tristezas se rompe...y deja de ser dolor en los pensamientos. Habita la inercia de los todos y sin pena se deshace en las nadas…
Observa con acierto Odón Betanzos que “No nos enseñaron a vivir: odios, intrigas y de la muerte no nos dijeron nada más que su color mentido y el llanto que le mana”.
Pero hay otro hombre que se antepone al desolado: es el hombre de los ojos vivos, el de los pasos firmes...el de la mirada larga, el fuerte, el audaz de las odiseas, el hombre de temple que se resigna a la muerte aunque llegue tan temprano! El hombre de las largas pisadas héroe de las vivencias
Antítesis a la desolación humana es también la ternura de una niña que lleva la libertad en los ojos. Una sencillez de aguas bendecidas/pasito de alma en vilo/no sabe que camina.
Una rosa tiene la niña, una sencillez de aguas bendecidas,
Un don de vida, un hilo de triunfo en su inocencia sagrada.
Y lleva la libertad de amor en sus ojos retratada.
La libertad entera lleva la niña en su mirada.
La asesinaron al alba, a la luz, cuando oraba.
Oraba mariposas…
El hombre desolado, según Betanzos: ni ve a Dios, ni ve la luz que pasa, ni la verdad de sacrificio, ni ve la verdad, ni cala el sacrificio, ni ve los montes, ni el paisaje, ni siquiera los pueblos que pasan (el no pasa por los pueblos) ni reconoce el lenguaje que emana ni los bienes eternos que vive…El hombre desolado está vacío en sus misterios. El amor no cala en su “manera de sustancia” el hombre desolado vive sin vivirse.
Dios arriba y Dios abajo
El de Odón Betanzos Palacios es un universo de múltiples dimensiones: El cosmos boca abajo;/ boca abajo las distancias,/muertas las ideas,/los mundos sin engarces… de imágenes tan bien organizadas como bien interpretadas: La ciudad tiene forma de desequilibrio, efectivamente trasladadas de la vivencias del escritor: Un dolor alma arriba me asfixia y me sumerge; Gente, gentío, modas tristes, mundos decadentes...
Son las imágenes del cosmos recreado de manera personal pero puestas al servicio de un cometido poético totalmente universal.
El autor presiente a Dios y como artista creador se convierte en su vocero. Ese Ser Supremo está arriba y abajo y es “Impasible en su equidad”. Sin embargo, Dios, que pasa en forma de cristales, en molde de justicia como un padre responsable y cariñoso, aguanta la frente del hombre desolado.
En el universos de Betanzos: Hay infiernos fríos y calientes, y cenicientos y largos.
Ante el panorama del hombre desolado son absolutamente necesarias entonces (para el poeta como protagonista de tan nefasta saga), las preguntas existenciales: ¿Y adónde irá mi alma? ¿A qué recodo del aire? ¿A qué tierra? ¿En qué semilla? ¿En qué lugar dormirá mi templo cuerpo? ¿En qué alcor se alejara mi alma trabajada?
El tiempo que no es tiempo
El poeta concluye que el tiempo se mide en inquietudes y así lo asegura en su poema Del tiempo en muerte y del ceño que tenía la muerte. La tristeza cae a pedazos, el corazón se asfixia de inquietudes. Asegura que las horas tienen un dolor de tallo recién cortado. Estas, aparte de magníficas metáforas son maravillosas revelaciones. El tiempo, sin ser tiempo es una posibilidad ilimitada que nos presenta en su causalidad científico-filosófica el autor.
El mundo en ruinas
El creador de poesías mira estático precipitarse al mundo en el caos provocado por la irresponsabilidad humana:
…el mundo sin su gente, la ciudad desarbolada,
el rio sin su cauce, el árbol sin sus ramas;
mundo solo en soledad desintegrada.
(De la casa en ruinas y el mundo cenizas P. 23)
Y ¿qué puede decir o sentir el único testigo que sobrevive a la destrucción final?
No sintió nada la niña, solo desamparo de las soledades,
Solo amor que no venía ni llegaba.
Un escalofrío tierno como de luces en las madrugadas
Corrió por su cuerpo rama.
Solo un dolor sin dolor; una ausencia rara.
Tras un pesimismo aparente y manifiesto (pues el poeta siente un dolor alma abajo que le “desarbola” el espíritu) se esconde una esperanza perenne, una fe constante por el hombre que es él mismo.
Una rosa blanca tiene “aires de muerte, como el humano/ abierta a la saña, al dolor y a las roturas”.
Poemas del Hombre y las Desolaciones es una expresión inspirada y arraigada en las preocupaciones del autor por el destino del ser humano. Odón Betanzos describe la miseria humana, y señala al comportamiento irresponsable del hombre como el forjador su propia tragedia. Betanzos es la voz de la conciencia artística, la del poeta que se sabe “hombre de creaciones” nacido para “vivir de los milagros”. Es esa voz “seria y solitaria que se identifica con todo lo que en el planeta vive y siente”. El poeta es, en fin, el “grito estremecido”, que a través de sus poemas avisa al ser humano, al hombre desolado, para que busque y alcance la vida buena que le corresponde.
Bibliografía
Poemas del Hombre y las Desolaciones:
Separata de Cuaderno Literario, Azor XLVI, Primer Semestre 1986
Ediciones Rondas, Barcelona, 1986